EL JINETE SIN CABEZA


EL JINETE SIN CABEZA
por Paola Doya

En el año 1942, vivía un hombre llamado Julián Chávez en la calle Vicente Guerrero No. 12, antes llamada calle del Toro Pinto. En ese tiempo, todas la noches se escuchaba trotar a un caballo por la calle de Centenario alrededor de la media noche.
Durante las noches silenciosas se escuchaban más intenso el trotar del caballo pero lo que llenaba de temor era que sólo se escuchaban 3 cascos. La gente que vivía en la calle de Centenario y sus alrededores nunca se asomaban, pues temían ver algo maligno.
Una noche Don Julián Chavez, dejando a un lado el medio, decidió salir a la calle y ver qué era aquello que causaba tanto temor y pánico entre los vecinos. Cuán grande fue su sorpresa al ver que dse dirigían hacia él un jinete de sombrero charro y vestimenta elegante de color negro que montaba un caballo tambien de color negro.
Lo primero que comprobó fue que el caballo no tenía 3 sino 4 patas, como todos los de su especie.
El jinete, con el rostro oculto por el sombrero, se detuvo junto a Don Julián. Entonces Don Julián sintió mucho miedo; mas siendo valiente lo saludó cortésmente diciéndole “Buenas Noches”, a lo que el jinete le contestó: “Buenas noches Don Julián”.

Ante tal respuesta, Don Julián apenas pudo sobreponerse al pánico y le preguntó al jinete ¿Cómo es que conoce mi nombre?”. El jinete como respuesta emitió una espantosa carcajada. Enseguida el Jinete sin Cabeza le preguntó a Don Julián “¿En dónde vive Don Luis Nieto? pues, tengo un asunto pendiente con él”. Don Julián se quedó pensando unos instantes, como tratando de recordar dónde vivía Don Luis Nieto y de pronto recordó que esta persona había muerto hacía más de 10 años, entonces le contestó: “La persona que busca ya es finado, pero vivió en la calle 5 de mayo esquina Centenario, a una cuadra de aquí".

El Jinete sin Cabeza se quedó callado unos instantes; lo que aprovechó Don Julián para tratar de verle la cara, pero por más intentos que hacía no logró distinguir su rostro. Sin embargo, observó que el sombrero lo tenía puesto muy pegado a los hombros y por lo tanto confirmó que no tenía cabeza causándole más temor. El jinete ya no dijo palabra alguna y se dio la media vuelta, marchándose al trote de su cabalgadura.

Don Julián se dirigió rápidamente a su casa, aún impresionado por el encuentro con dicho ser. De manera apresurada entró a su casa y repentinamente escuchó un gran estruendo. Se dirigió presuroso al lugar donde se había escuchado el ruido y descubrió que el techo de su cocina se había derrumbado. Nadie pudo explicar lo sucedido, ya que -extrañamente- a la mañana siguiente, el mismo techo se encontraba en perfectas condiciones.

A partir de esa noche, la gente pudo dormir sin temor, pues el estremecedor galope nocturno del Jinete sin Cabeza no se volvió a escuchar nunca más en las calles de Tequisquiapan.

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